Apunte sobre la muerte de Antígona y Bataille
Nikiphoros Lytras. Antigona frente a Polinices. (1865)
Permanecimos así hasta que el orbe resplandeciente del Sol se
paró en el centro del éter y el calor ardiente arrasaba […].
A la vista del cadáver desnudo, estalló en gemidos; exhaló sollozos
y comenzó a proferir imprecaciones contra los autores de esa
iniquidad. Con sus manos recogió en seguida polvo seco, y luego,
con una jarra de bronce bien cincelado, fue derramando sobre el
difunto tres libaciones. Al ver esto, nosotros nos lanzamos sobre
ella enseguida; todos juntos la hemos cogido, sin que diese muestra
del menor miedo. Interrogada sobre lo que había ya hecho y lo
que acababa de realizar, no negó nada.
—En Antígona
La forma más importante es la muerte
—Bataille
Para realizar una conexión entre la tragedia Antígona y Bataille hagamos un foco que es la muerte. En la tragedia se entiende el actuar de Antigona a querer sepultar a Poliniece por una “ley superior”, pero considerando que los dioses eran más estéticos que morales no se puede entender muy bien ese actuar a pesar de que actualmente se entienda dentro de una moral judeocristiana o del ahorro. Bajo ese punto es donde se intermedía con Bataille para explicar que la fiel justificación del actuar de Antigona no se debe a una ley divina sino a generar comunidad por su actividad puramente soberana (que habita entre los difuntos).
La no apelación a los dioses para transgredir la prohibición o ley de Creonte requiere una nueva justificación que reside en que Antigona no le teme a la muerte e incluso la acepta:
Yo, por mi parte, enterraré a Polinice. Será hermoso para mí morir cumpliendo ese deber. Así reposaré junto a él, amante hermana con el amado hermano; rebelde y santa por cumplir con todos mis deberes piadosos […]. Pues para siempre tengo que descansar bajo tierra.
Es decir, cuando Antigona va a la misión de realizar los rituales de entierro a su hermano también se entierra, se sacrifica. Al enterarse de este “delito” Creonte condena a Antigona al exilio a una caverna oscura (o bóveda nupcial) hasta el último de sus días* donde posteriormente se ahorca.
Sin embargo, antes de “auto-condenarse” debe haber una perdida del miedo, que inclusive es lo que padece Ismena – su hermana:
[¡]Piensa en la muerte aún más desgraciada que nos espera si a pesar de la ley, si con desprecio de ésta, desafiamos el poder y el edicto del tirano! […] Rogando a nuestros muertos que están bajo tierra que me perdonen porque cedo contra mi voluntad a la violencia, obedeceré a los que están en el poder, pues querer emprender lo que sobrepasa nuestra fuerza no tiene ningún sentido.
Este fragmento hace evidente la ruptura que hace Antígona con su proceder en el sentido que Ismena reconoce la dirección tirana sobre la prohibición del sepulto de su hermano, pero “cede contra su voluntad” y se oculta dentro del utilitarismo de la polis. Por lo que, sepultar a Polinice significa transgredir la ley de manera sagrada debido a que señala la demanda que la polis pretende olvidar que son los ritos fúnebres donde realmente si el difunto fue enemigo o amigo de la polis.
Ahora, frente al generar comunidad y soberanía se debe a que su sacrificio es mero gasto, rociar tierra a su hermano para su sepulcro con el riesgo de ser capturada por los guardias de Tebas va en contra de toda lógica utilitaria: su actuar corresponde a una suerte de “despilfarro sagrado” donde la justificación de la acción habita en el exceso. Así, la comunidad se conforma en el momento de expulsión hacia la caverna donde Creonte presumía “contener su vida” pero esta se le escapa por la muerte, reforzando el sacrificio de Antígona y por lo tanto a su figura sagrada y soberana.
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