La Experiencia Interior en Georges Bataille
Georges Bataille escribió La experiencia interior a mitad de la Segunda Guerra Mundial, en 1943. Con El culpable (1944) y Sobre Nietzsche (1945) forma la Suma Ateológica. En la suma —un género filósfico medieval— hay una identificación entre fe y razón. Es un conjunto de obras que responden a preocupaciones filosóficas y teológicas; sin embargo, para Bataille, se trata de un ejercicio que acontece desde la ateología. En este sentido, La Suma Ateológica es un testimonio de la experiencia de lo sagrado fuera del orden religioso.
Este texto surge de mi primera lectura sobre La Experiencia Interior.
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Tras la muerte de Dios, el fondo del pensamiento de Bataille tiene la preocupación de cómo acontece lo sagrado en el mundo contemporáneo.
Bataille se enfrenta a la excesiva confianza de la modernidad en la razón, de manera que surge en él un deseo de arrojo, de desprogramación de la subjetividad. En este sentido, una experiencia que atente contra la idea del sujeto sólo tiene cabida en el terreno de lo imposible. De este modo, lo imposible amenaza al reino de la homogeneidad moderna.
El éx-tasis es la salida del sujeto de sí mismo: ex-periencia.
La experiencia tiene su valor en sí misma. La experiencia es la única autoridad de sí misma, es siempre soberana. En el territorio de la soberanía no hay dueño.
El abismo de la mística apunta a otro tipo de configuración ontológica.
Si el lenguaje construye al mundo y con ese mundo al sujeto, la experiencia de lo imposible los deshace. Si la experiencia constituida en la subjetividad pertenece al lenguaje, la experiencia interior se encuentra fuera del lenguaje. No puede ser capturada por el lenguaje, el místico no puede dar más que vestigios de dicha experiencia, si acaso da cuenta de ella sólo puede ser por medio de balbuceos.
La escritura de Bataille es éste balbuceo.
La manera en la que da cuenta de ello es por medio de la resignificación de términos religiosos. La experiencia no revela nada, no tiene sentido mas que en la revelación de un Dios sin forma y sin modo. Para Bataille, Dios es un término sin referencia puntual, es producto de la apropiación del lenguaje religioso. Así, Dios es la figura de lo imposible como aquello que no nos pertenece.
La experiencia interior es una experiencia desnuda, soberana. Bataille reporta la inmanencia de estar comunicado con el mundo: continuidad. La experiencia de la continuidad rompe con la lógica del mundo profano, por lo que es sagrada.
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